miércoles, 31 de diciembre de 2014

SALIR A BRINDAR


Salimos afuera para brindar con todos ustedes. Feliz año les desea Ferrowhite (museo taller).

lunes, 22 de diciembre de 2014

VÍ LUZ Y SUBÍ

El viernes 19 y el sábado 20, despedimos el año abriendo otra vez las puertas de la usina General San Martín.







martes, 16 de diciembre de 2014

¿QUERÉS ENTRAR AL CASTILLO? VENÍ, ASOMATE.


El viernes 19 y el sábado 20 de diciembre, entre las 20 y las 23 hs., despedimos el año abriendo nuevamente al público las puertas de la usina General San Martín, un lugar que es parte crucial de la historia de nuestra ciudad. El evento, que da continuidad a la intervención realizada durante la fiesta de aniversario del museo el pasado 29 de noviembre, constituye la primera acción llevada a cabo en la nave central del "castillo del puerto" desde su salida de servicio, en 1988, y su posterior desguace, a partir de 1997.

Desde su puesta en marcha por parte de las Empresas Eléctricas de Bahía Blanca (una filial local de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad), el 1 de octubre de 1932, hasta su salida de servicio el día de los inocentes de 1988, la usina General San Martín -bautizada en un principio "Ingeniero White"-, proveyó de electricidad a Bahía Blanca y a una creciente zona de influencia por más de cincuenta años.

Su historia, por tanto, tiene mucho que ver con el desarrollo de nuestra ciudad. En ella se produjo durante décadas la energía necesaria para que funcionasen elevadores y muelles, y también para que encendieran cada una de las lamparitas, las heladeras, las planchas, las radios y los televisores que fueron poblando los hogares de Ingeniero White, de Bahía Blanca, e incluso, de varias localidades de la región, una central eléctrica cuyo funcionamiento dependió, en lo concreto, del trabajo de muchísimas personas: 150 trabajadores en sus mejores épocas, entre peones, medio oficiales, oficiales especializados, capataces, jefes de sección y de turno, que se encargaban de trabajos específicos, aunque relacionados entre sí, dentro de las secciones de máquinas, calderas, electricidad, regulación, laboratorios de agua y aceite, taller regional, carpintería, pinturería, hojalatería, almacén...

Inaugurada en tiempos en los que comenzaba a declinar la hegemonía del capital inglés en la región, la historia de esta usina da cuenta de la estatización del servicio eléctrico durante el primer gobierno peronista, brinda testimonio sobre el incremento en la demanda energética derivado del desarrollo de la industria nacional en los '50 y los 60', para terminar siendo un ejemplo elocuente de la política de desguace del patrimonio público de fines del siglo XX. A pesar de haber sido declarada Monumento Histórico Nacional y Provincial, la central General San Martín aún espera ser recuperada, como lo fueron en estos últimos años su taller de mantenimiento (hoy Ferrowhite), su parque y la residencia del jefe de planta (La Casa del Espía).

Más sobre la historia de la usina General San Martín por acá.

viernes, 5 de diciembre de 2014

ESPÍRITUS DE ESTADO



Sobre el fin de su último mandato, el 6 de noviembre de 2003, el intendente de Bahía Blanca Jaime Linares inauguró la obra de recuperación del taller que es sede de nuestro museo, pero recién un año más tarde Ferrowhite abrió sus puertas al público plenamente constituido. ¿Ferrowhite fue el último acto de gobierno de la Subsecretaría de Cultura radical o el primer museo del Instituto Cultural peronista? Puede que ambas cosas y, a la vez, ninguna. Porque hablar de la historia de esta institución requiere tener en cuenta, además, la trayectoria cambiante, a veces conflictiva, del conjunto de personas que se las arregló para anidar no uno sino dos museos "comunitarios" bajo lo que algunos amigos ven como el ala protectora, y otros como el pie aplastante, de ese Estado municipal que bien o mal, pero siempre puntual, paga nuestros sueldos. Una trayectoria que no comenzó en 2003 o 2004, sino con la constitución del Museo del Puerto, allá por 1987. Ferrowhite es estatal porque su actividad al mismo tiempo que depende no se deduce de los actos de tal o cual gobierno. Nos gusta pensar que los museos de White han llegado convertirse en una (micro)política del Estado democrático ganada día a día. Quizás sólo sea una expresión de deseo pero, sabrán comprender, es nuestro cumpleaños.

Armar este museo implica esa apuesta cotidiana por el largo plazo. Ponerle una ficha al porvenir en la ruleta de una época que acelera sin pausa. Quien sabe si, en contra de nuestra propia tendencia a llenar de eventos el calendario, de lo que se trata en este lugar es de organizar esa paciencia, y a través de ella, otras maneras de experimentar el tiempo, de asociar, como el sábado, la larga duración con el instante intenso, los témpanos del archivo con el crisol de la fiesta. Una actividad sostenida en favor de prolongar no alguna clase de certidumbre respecto de nuestra identidad, destino y eficacia como institución, sino la propia posibilidad de este devenir incierto.

Ferrowhite es un museo municipal al que se le cuelga la etiqueta de comunitario. Cada una de nuestras mañanas está dedicada a explorar la potencia de este contrasentido, a ensayar la amalgama inestable, tal vez imposible, entre las realidades complejas que los términos Estado y Comunidad tienden a ocultar cuando -escritos así, en mayúscula y singular-, se los contrapone como entidades abstractas, sin fisura ni matiz.



Ferrowhite es un museo en la triple frontera, un enclave en la encrucijada entre población local, poder político y capital trasnacional, una trinchera y a la vez una aduana para los símbolos de una comunidad cada vez menos evidente: un museo de los ferroviarios en un país en el que agonizan los trenes, un museo de los trabajadores en un puerto "próspero" con cada vez menos laburantes, un museo de los vecinos en un lugar en el que fomentistas y cooperadores pactan con funcionarios de relaciones públicas de empresas globalizadas el sentido y los límites de la palabra comunidad. Y otra cosa: Ferrowhite es un museo de White hecho por los hijos progres de la conservadora clase media bahiense. Porque de ahí venimos, no todos, pero sí unos cuantos por acá. Ferrowhite no representa "la voz de los subalternos", por la simple razón de que no basta con habilitar procesos en alguna medida participativos para suspender las jerarquías que gobiernan la vida de una institución como esta, en la que concurren personas de clases, géneros, edades e historias muy diferentes. No hay manera de saldar simbólicamente el hecho incontrastable de la dominación. Ferrowhite supone, a lo sumo, la oportunidad de no dar por falsamente resuelto ese asunto. Permítannos brindar también por eso. Por la dialéctica sin síntesis entre "los del medio" y "los de abajo", entre los que viven a diez y a sesenta cuadras del centro, con todas las dificultades, los malentendidos y las irreductibles desigualdades que el choque de nuestras copas lleva implícito.

Pero si, por un lado, lo que hacemos transita por un sendero de hormiga que viene de lejos, por el otro, tampoco se entiende al margen de la crisis sistémica de 2001 y del orden que emergió tras la debacle. Ferrowhite tiene la edad del kirchnerismo. Nuestra pequeña aventura es contemporánea del gran sueño de cambiar el Estado para cambiar la sociedad o, al menos, atemperar sus injusticias; llegamos hasta acá con el viento de cola de la época, a veces entusiastas, a veces escépticos, a veces desconcertados ante los alcances y los límites de un proyecto político que construyó (¿y perdió?) hegemonía ampliando derechos y mejorando el reparto de ingresos, sin cambiar, en lo esencial, las estructuras de la economía, y tal vez tampoco, las de ese aparato de Estado que es gobernado sin dejarse, en lo profundo, transformar. Somos hermanos despistados de la legión de trabajadores de la cultura que -con contrato temporario, beca, monotributo, plan de empleo o colgados de un pincel-, disputan en nombre de un Estado "a la izquierda de la sociedad" esa batalla por el sentido común que, por ahora, se pierde; que gana, por lejos, una libido neoliberal que copa el tejido social también desde abajo. Y como a muchos de ellos, nos fastidia redactar memos, llenar planillas de asistencia o cargar suministros en RAFAM quizás porque, en secreto, nos seguimos considerando almas bellas. Gente que está para otra cosa. Puede que tanto el espíritu radical que inspiran nuestros consumos conspicuos, como el desaliento sarcástico que es su relevo de época, no resulten de mucha ayuda a la hora de intentar sobrellevar al diario trajín por los pasillos estrechos del municipio, pero aquellos que lo logren tal vez sepan aprovechar mejor sus módicas chances concretas. En la pulseada entre regla y excepción a la que a veces parecen quedar reducidas las rutinas de palacio, no hay una sola "razón de Estado" sino muchas en conflicto. El político profesional confía en su astucia, el burócrata reza su reglamento, el militante viene a ofrecer su corazón. ¿Y nosotros? Nosotros tenemos mucho que aprender de todos y cada uno. Feliz cumple.


Fotos de Francisco Drisaldi.

DE PELÍCULA

miércoles, 3 de diciembre de 2014