lunes, 12 de julio de 2010

LUCHE Y VUELVE



Novedades en la muestra del museo. Uno de los tornos que funcionó en el taller de la ex usina vuelve a su lugar, gracias a la gestión de nuestros amigos Victor Kraus, Marta Mc Clelland y Roberto Salvucci. El cambio no es poca cosa. Este artefacto mide alrededor de cinco metros. Pesa más de 4000 kilos. Desplazar semejante mole de hierro de fundición desde de la Central Piedrabuena hasta su antigua sede junto al castillo, supuso una pequeña proeza que reunió por un momento a los actuales trabajadores de la Termoeléctrica con el último jefe del taller de la usina General San Martín, Luis Firpo.

Hubo que mover “zampis”, cargar aparejos y conseguir un camión con grúa incorporada. Hubo que hacer un poco de fuerza y, sobre todo, muchos cálculos. Una pequeña hazaña, cotidiana para los empleados de la usina, pero inolvidable para los del museo. Fue en mitad de esa aventura, con el torno suspendido en el aire, que apareció Don Luis para indicar, primero un poco tímido, después con la determinación propia del jefe que alguna vez supo ser, el lugar preciso donde había que emplazar el artefacto, la forma en la que operaba, las cosas que se hicieron con él.

Repare el lector en un solo dato: hasta principios de los años ochenta, cuando comenzó a establecerse el “sistema interconectado nacional”, todos los guinches y los cabrestantes de este puerto, pero también todas las heladeras y los lavarropas, y cada una de las lamparitas que eran encendidas en Bahía Blanca, dependían para funcionar de la energía producida por el castillo. Si algo se rompía, las cosas quedaban en manos del personal del taller. Y ahí iban Luis Firpo y sus muchachos, con miles bahienses al borde de un ataque de nervios, a salvar a la ciudad del caos, reparando o fabricando piezas enormes contra reloj. Para eso servía este torno.

Ferrowhite ocupa un taller que fue arrasado, no hace doscientos años, sino apenas quince. Por eso en su patrimonio son tan importantes los objetos que están como los que faltan. El torno es un sobreviviente de esa batalla, el veterano de una guerra que no saldrá jamás en el History Channel. El taller de reparaciones fue inaugurado en 1963, como parte de las modificaciones destinadas a ampliar la capacidad generadora de la usina. El torno, en cambio, según recuerda Luis, ya estaba en este lugar mucho antes de que el taller existiera. Es difícil saber con precisión en qué año y en qué país fue fabricado. No existen inscripciones en el aparato que permitan precisar una fecha, ni se conservan documentos que acrediten su compra, pero una primera consulta a viejos catálogos comerciales permite suponer que se trata de un artefacto de la tercera o cuarta década del siglo XX. Tal vez esta máquina sea más vieja que el propio castillo, que fue inaugurado en 1932.

En cualquier caso, máquina y edificio atraviesan un extenso arco temporal que da cuenta de los vaivenes de la industria de la generación de energía, actividad imprescindible a la hora de pensar el desarrollo industrial de la región y del país. Un período que va desde el comienzo del fin de la hegemonía del capital inglés en la zona, a principios de la “década infame”, y que pasa por la estatización de las grandes usinas en los años cuarenta y las políticas del desarrollismo en los sesenta, para llegar a la aplicación de las recetas liberales durante la segunda mitad de los setenta y neoliberales en los noventa. Un período del que sabemos muchísimo menos de lo que creemos saber. Por eso el torno, devuelto ahora a este taller que es y no es el mismo, tampoco se detiene. Comienza a trabajar para recomponer esa historia, con Luis Firpo otra vez al mando.

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