jueves, 22 de julio de 2010

RUMORES



¿Vos vas a volver a este museo?, preguntó alguien a alguien más, mientras con hojas agujereadas y resortes de plástico construía una libreta para llevarse a casa.

Es que el domingo 18 de julio, para estrenar las vacaciones de invierno, insistimos en hacer del museo un taller. Esta vez, un taller de armado de libretas en el que esponjas, acrílicos de colores y esténciles de llaves, tuercas y cangrejos fueron nuestras herramientas.

De él participaron algunas de las chicas del taller Cómo funciona la cosa, varios de los chicos y chicas que son parte del Periférico Cultural de Villa Nocito (que vinieron especialmente a visitarnos) y un montón de niños y niñas que aprovecharon a trabajar mientras los Amigos del Taller charlaban con los mayores y les contaban historias de antes.

Pero también hicimos del museo un escenario, en el que Maestro Aramis y Lotus, integrantes del grupo de circo Le Periquete, compartieron sus malabares y demostraron a los incrédulos que un serrucho también sirve para hacer música.

Para algunos, subir y bajar las escaleras para ver y volver a ver los trenes de la maqueta Pago Chico fue un buen ejercicio para espantar el frío. Otros, en cambio, prefirieron arrimarse al salón de usos múltiples a mover el esqueleto en la selva de La Mar en Coche. Y hubo quienes no se perdieron de nada.

Así, lleno de pequeños operarios del papel, la risa y la canción, el viejo taller de la vieja usina tuvo una tarde muy distinta de aquellas otras en las que había que reparar alguna turbina o algún generador.

Y ahora que te contamos todo esto, vos, ¿vas a venir a este museo?

lunes, 12 de julio de 2010

LUCHE Y VUELVE



Novedades en la muestra del museo. Uno de los tornos que funcionó en el taller de la ex usina vuelve a su lugar, gracias a la gestión de nuestros amigos Victor Kraus, Marta Mc Clelland y Roberto Salvucci. El cambio no es poca cosa. Este artefacto mide alrededor de cinco metros. Pesa más de 4000 kilos. Desplazar semejante mole de hierro de fundición desde de la Central Piedrabuena hasta su antigua sede junto al castillo, supuso una pequeña proeza que reunió por un momento a los actuales trabajadores de la Termoeléctrica con el último jefe del taller de la usina General San Martín, Luis Firpo.

Hubo que mover “zampis”, cargar aparejos y conseguir un camión con grúa incorporada. Hubo que hacer un poco de fuerza y, sobre todo, muchos cálculos. Una pequeña hazaña, cotidiana para los empleados de la usina, pero inolvidable para los del museo. Fue en mitad de esa aventura, con el torno suspendido en el aire, que apareció Don Luis para indicar, primero un poco tímido, después con la determinación propia del jefe que alguna vez supo ser, el lugar preciso donde había que emplazar el artefacto, la forma en la que operaba, las cosas que se hicieron con él.

Repare el lector en un solo dato: hasta principios de los años ochenta, cuando comenzó a establecerse el “sistema interconectado nacional”, todos los guinches y los cabrestantes de este puerto, pero también todas las heladeras y los lavarropas, y cada una de las lamparitas que eran encendidas en Bahía Blanca, dependían para funcionar de la energía producida por el castillo. Si algo se rompía, las cosas quedaban en manos del personal del taller. Y ahí iban Luis Firpo y sus muchachos, con miles bahienses al borde de un ataque de nervios, a salvar a la ciudad del caos, reparando o fabricando piezas enormes contra reloj. Para eso servía este torno.

Ferrowhite ocupa un taller que fue arrasado, no hace doscientos años, sino apenas quince. Por eso en su patrimonio son tan importantes los objetos que están como los que faltan. El torno es un sobreviviente de esa batalla, el veterano de una guerra que no saldrá jamás en el History Channel. El taller de reparaciones fue inaugurado en 1963, como parte de las modificaciones destinadas a ampliar la capacidad generadora de la usina. El torno, en cambio, según recuerda Luis, ya estaba en este lugar mucho antes de que el taller existiera. Es difícil saber con precisión en qué año y en qué país fue fabricado. No existen inscripciones en el aparato que permitan precisar una fecha, ni se conservan documentos que acrediten su compra, pero una primera consulta a viejos catálogos comerciales permite suponer que se trata de un artefacto de la tercera o cuarta década del siglo XX. Tal vez esta máquina sea más vieja que el propio castillo, que fue inaugurado en 1932.

En cualquier caso, máquina y edificio atraviesan un extenso arco temporal que da cuenta de los vaivenes de la industria de la generación de energía, actividad imprescindible a la hora de pensar el desarrollo industrial de la región y del país. Un período que va desde el comienzo del fin de la hegemonía del capital inglés en la zona, a principios de la “década infame”, y que pasa por la estatización de las grandes usinas en los años cuarenta y las políticas del desarrollismo en los sesenta, para llegar a la aplicación de las recetas liberales durante la segunda mitad de los setenta y neoliberales en los noventa. Un período del que sabemos muchísimo menos de lo que creemos saber. Por eso el torno, devuelto ahora a este taller que es y no es el mismo, tampoco se detiene. Comienza a trabajar para recomponer esa historia, con Luis Firpo otra vez al mando.

domingo, 4 de julio de 2010

LOS TALLERES RELATADOS


Talleres Bahia Blanca Noroeste, 1986, Archivo De Simón - Ferrowhite
En primer plano, subestación electrica en construcción. 
Detrás, la oficinas de Jefatura (con ventanas rectangulares)
y, contiguos, los galpones de ajustaje y tornería


Fueron invisibles durante muchos años.

Ahora que los van a limpiar, demoler, reciclar, reurbanizar, se habla otra vez de estos edificios.(aunque siguen diciendo que eran la ¡Estación Noroeste!)

Suele circular una descripción centrada en el recuerdo de la magnificencia de los edificios hechos por los ingleses. Se trata de un criterio de recorrido, válido por cierto, que nombra y vuelve visibles ciertas cosas, pero que ignora otras, por no "verlas", o por considerarlas, en la comparación, insignificantes.
Resulta entonces un relato que, al no ver en ese sitio más que ruinas, transforma los talleres en un lugar en el que cada cosa está ahi desde siempre -o ya no-, en una configuración instantanea, inmutable; un relato que da cuenta de la presencia de los edificios, como de la de un muerto. Y un muerto que murió hace mucho mucho tiempo, poco después de haber nacido, pero cuya breve y remota historia pareciera ser la única que puede ser contada y sentida como propia.

Entrar en los talleres no a través de los edificios sino a través de lo que cuentan quienes trabajaron ahi permite ver, no solamente cómo los edificios ingleses fueron mantenidos, reacondicionados  y adaptados a las necesidades que, a lo largo del tiempo, se fueron planteando, sino también las construcciones hechas en los últimos cincuenta años (por ejemplo, la ampliación del galpón de montaje, el inmenso almacén local, y la sub usina ut supra que está todavía frente a las oficinas de jefatura). Y en ese recorrido verbal uno también puede detenerse frente al árbol en el medio de la playa donde se hacían los asados, y frente al comedor de montaje, a los baños nuevos o a la escalera de las oficinas.

Atravesados por la historia (vivida y puesta en palabras) de cada uno de sus trabajadores (e incluyo en esta categoría a todos, desde los jefes, supervisores y capataces, hasta aprendices, oficiales y peones), los talleres aparecen como un espacio en el que se organizan, de un modo singular, tanto las relaciones entre personal jerárquico y obrero, como los saberes respecto de toda clase de oficios y trabajos, y también respecto del ferrocarril en su conjunto así como los reclamos y conflictos, y los momentos de esparcimiento y camaradería.

Uno podría, incluso, llegar a plantear la posibilidad de un relato que, si bien tiene un ilustre punto de inicio cronológico con la puesta en marcha de estos talleres por parte de la empresa Bahía Blanca Noroeste y con la construcción de los edificios que vemos hoy por parte de la empresa Buenos Aires al Pacífico a partir de 1904 (en realidad, los edificios estuvieron listos entre 1907 y 1908) y una digna continuidad con la administración por parte de la empresa británica Ferrocarril Sud a partir de 1925, ponga un énfasis equivalente en la gran cantidad de personal que trabajó en talleres después de la nacionalización de los ferrocarriles en 1948 como consecuencia del aumento de la demanda de servicios ferroviarios, en la variedad de trabajos de reacondicionamiento y reparación de vagones a partir de la década del 60, en los embates económicos que sufrió el taller por la asignación de trabajos a talleres ferroviarios privados locales, y en los esfuerzos inmensos que se hicieron desde adentro para contrarrestar, ya a fines de la década del 80 una política de vaciamiento y abandono.

O sea, ¿sería posible un relato que dé cuenta tanto de un complejo edilicio como de un complejo entramado de relaciones, de valores, de ideas y propuestas que aún hoy están absolutamente presentes y en actividad?.

OPERA PACELLAE


Si no hubiera entrevistado ya a muchos otros ferroviarios, yo habría podido pensar que el taller era de él.

Sebastián Pacella (italiano, del Abruzzo, 86 años, así como lo ven) me va contando a lo largo de la entrevista todo lo que hizo en Talleres Bahía Blanca, desde los 21 años, en 1945, cuando ingresa como  peón, ayudante de herrería, pasa a oficial ajustador, hasta su actuacion como capataz de la sección ajustaje durante 28 años y finalmente, en la oficina, con el título de "Jefe de estudio de reparación y planeamiento", su jubilación, en 1986, hasta ahora.

Por ejemplo:

- la remodelación de las oficinas de jefatura ( la reforma de todas las oficinas, todo eso también lo hice a cargo mío. Antes era un galpón de techo alto, tipo ingleses, se le hizo la división al medio, le reformé todos los ventanales, el frente quedó como estaba nada mas se aprovechó, como estaba muy alto se hizo dos pisos todo, y la escalera la dibujó Ares, y en cada oficina un hogar a leña, los ingleses tenían salamandras)

- el nuevo galpón de ajustaje después del incendio del galpón de montaje (en una oportunidad  se incendió el galpón que teníamos de ajustaje y me tuve que improvisar otro galpón y arme todo y lo deje bien pintadito todo bárbaro)

- el banco de prueba para frenos al vacío y para frenos de aire comprimido,

- una prensa para sacar y colocar bolilleros,

- un aparato para controlar la excentricidad de los ejes de los  vagones,

- la autobomba, el carrito de bomberos que está actualmente en el museo,

- el prototipo del furgón de cola,

- el jardín de acceso frente a las oficinas (por el año 80, ochenta y pico. Yo lo diseñé y tenía personal a cargo mío que lo iba dirigiendo, aprovechando los adoquines que se sacaban de ahí para hacer la protección y todo eso rellenarlo, ahí volteé un árbol, un eucalipto que tenia un metro veinte de diámetro, era centenario, hasta tuvo que venir los bomberos a cortar las ramas, y ahí hice bicicletero y toda la parte de entrada del taller, si antes era un galpón, si la entrada del taller no se veía para nada, dos metros y pico y apenas entraba el camión, voltee todo eso y le hice todo jardín, aspersión de agua y todo completo, todos rosales,la plaza Pacella le decían). 

- el proyecto de reforma de Talleres Bahía Blanca, en 1984. (Hicimos una reforma, con el ingeniero Di Matteo, que entraba el vagón un día y ya salía, porque ya teníamos la reparación de los bogues hecha de acuerdo a las series, sacabas al vagón un bogue y ponías otro, y ya pasaba el vagón directamente a pintura y ya estaba listo todo en el mismo día).   

Pacella es ahora uno de los más activos promotores de la apertura de la calle Blandenguez y la de la demolición del paredón, de la construcción de un complejo de piletas de natación, según una de las cartas que mandó al diario en estos últimos días; en otra, propone que los ladrillos sean desmontados por gente de bajos recursos, y así, por ellos también, reutilizados y aprovechados.

GALICCHIO



Rafael Galicchio, corredor de a pie, ajustador en Talleres Bahía Blanca entre 1967 y 1993, supervisor en Taller Maldonado hasta 2003 y actual entrenador de juveniles en el Club Libertad, de Bahía Blanca.